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«Espejo Mágico en la pared. ¿Quién es la más bella de todas?» 

La belleza externa: un temazo en el mundo de la alimentación saludable, y para mucha gente el motivo para cambiar sus hábitos de vida. Ponemos muchos esfuerzos en perder los michelines o la barriga, en afinar nuestra silueta o al revés, en aumentar nuestra estatura y masa muscular, ¿pero con qué intención? ¿Para qué queremos cambiar nuestros cuerpos exactamente? Mientras que para unos se trata de mejorar su salud, subir su nivel de energía o salir de una zona de tensión para el cuerpo, para otros se trata de cambiar su silueta para ser más guapo, para ser más querido, para ser más feliz… ¿Pero tan lógica y efectiva será esta última propuesta? Este es el hilo que me gustaría estirar contigo en este post. Y no creo que haya mejor introducción para este artículo que la escena mítica del lapiz labial de la película «Planeta Libre» (¡gracias Vane por recordármela!):

1. ¿Qué pasa si confundimos la causa con la consecuencia?

Al superar los grandes traumas de la primera mitad del siglo XX y con el auge del progreso técnico, nuestra sociedad se puso a buscar «La Felicidad». Ya no se trataba ni de sobrevivir, ni de simplemente vivir la vida que nos tocaba, sino de ir para adelante cortando con este oscuro pasado. Las empresas lo entendieron muy bien y sustituyeron poco a poco sus argumentos funcionales para un discurso emocional, dejando en nuestro subconsciente la creencia que la gente feliz tiene… una pareja, dos hijos, una casa y un coche alemán, que la gente feliz tiene dinero gracias a tal banco, que la gente es atractiva ya que usa tal marca de cosméticos, que la gente feliz se lo está pasando bomba con los amigos porque fuma tal tabaco,… y obviamente que la gente feliz responde a tales criterios estéticos. Supongo que la cultura de anuncios (con la de Hollywood) en la que hemos nacido nos ha entrenado a hacer este tipo de asociaciones, y nos enseñó a copiar los hábitos de otros en vez de definir los nuestros base a quienes somos.

Todo lo que está listado arriba es un reflejo distorsionado de la felicidad en el gran espejo social. Estas creencias sólo son espejismos. La felicidad es vivir nuestra autenticidad, es estar en paz con quienes somos y consecuentemente estar en paz con lo que nos rodea. Este es el trabajo. Creo que quién vive desde su propio SER y no desde el molde colectivo, se desarrolla de manera armoniosa en todas las dimensiones de su vida y por eso la gente feliz es atractiva.

Escuché una vez una historia (¿o tal vez era una leyenda?) sobre Churchill. Su gabinete estaba buscando a alguien para completar el equipo cuando uno de los consejeros le entregó a Churchill un currículo aparentemente extraordinario. De forma sorpresiva, Churchill lo rechazó de inmediato. El hombre le preguntó por qué no quería ni encontrar al candidato, y Churchill le respondió que era muy feo. Obviamente, el consejero se quedó en shock y trató de explicar a su jefe que uno no elige sus rasgos y que eso no decía nada de sus competencias, pero el primer ministro le contestó que si uno no era responsable de su aspecto al ser joven, sí que lo era de mayor… Yo entiendo con esta historia que si la genética nos define bastante en la juventud, es la calidad de nuestro estilo de vida que nos modela a lo largo de los años y que, in fine, es la belleza interior que tiende a definir la externa (y no al revés).

2. ¿Qué pasa si la felicidad no resulta de nada, sino que se elige en cada instante?

Llevo varios años pensando que la felicidad no puede ser el objetivo de mi vida. Primero, porque quiero ser feliz a lo largo de mi existencia y no tan sólo antes de despedirme del plano terrestre… Y segundo, porque me parece muy egoísta: mi misión no es de ser feliz, sino de ofrecer mi mejor versión al mundo. Para mí, la felicidad no es un objetivo sino una manera de vivir y estoy convencida que todos tenemos este potencial, esta semilla dentro de nosotros. Isabel Allende dice en su libro El Amante Japonés: «Todos nacemos felices. Por el camino se nos ensucia la vida, pero podemos limpiarla. La felicidad no es exuberante ni bulliciosa, como el placer o la alegría. Es silenciosa, tranquila, suave, es un estado interno de satisfacción que empieza por amarse a sí mismo». Entonces me pregunto: ¿qué tenemos que limpiar exactamente? ¿De qué manera el camino nos ensucia la vida? Mirando para atrás en mi propia ruta, creo que dos cosas han logrado nublar mi felicidad:  

  • Las creencias que condicionan nuestra felicidad a algo 

De esas creo que hay miles, así que sólo te voy a hablar de dos, que o experimento en mis huesos, o veo a menudo en mi entorno.

La primera que me viene a la mente es la que hay que hacer o tener algo para ser feliz. Esta creencia tiene la ventaja de ofrecerte un motor potente que permite alcanzar metas ambiciosas, pero también te hace proyectar la felicidad en el futuro en vez de vivirla en cada instante. Esta tendencia, la tengo yo desde muy joven. De hecho, cuando era niña y jugaba a los legos con mi hermano, pensaba que se empezaba a jugar cuando todo estaba construido, pero era cuando mi madre nos llamaba para volver a la sala de estudios. El juego se me hacía siempre muy corto…

La segunda es la que hay que ser perfecto o perfecta para merecer ser feliz. Encuentro esta creencia muy dura para quien la tiene ya que a menudo, lo que se auto-exigen las personas perfeccionistas, no lo esperan de parte de los demás. De cierta manera es castigarse al imponerse reglas de vida injustas, ¿no?

Si tienes una(s) creencia(s) de este tipo, quizás te ayuda pensar en una persona que amas profundamente. ¿Ya la tienes en mente? Cierra los ojos, respira hondo y deja que los sentimientos que te inspiran esta persona te invadan un momento. Ahora que has sentido tu amor: ¿crees que estos sentimientos dependen de algo en particular que tenga, haga o tal vez sea esta persona, o más bien es por un conjunto de valores y momentos mágicos compartidos? Yo creo que el amor verdadero es incondicional, por eso el Principito vuelve a su planeta para estar con su rosa. Pues, pasa lo mismo con tu amor propio y tu felicidad, son incondicionales.

  • Las tormentas emocionales

Ahora bien, de manera ocasional, nos pasa a todos que perdemos el rumbo y somos sumergidos por olas potentes de emociones. Y todos sabemos que no es fácil ser feliz con un montón de tristeza, de miedo o de ira acumulada, ¿verdad?

Una de las grandes enseñanzas del máster de Desarrollo Personal y Liderazgo que hice el año pasado, ha sido de no juzgar más las emociones, ni de negar o rechazar las que no me hacían sentir bien. Por raro que pueda sonar: todas las emociones son buenas y tienen su fin mientras ocupan su lugar. El miedo sirve para protegernos, la tristeza nos invita a un momento de introspección, la ira nos da fuerzas para defendernos y la alegría nos procura mucha energía para avanzar en nuestros caminos. Esta facultad a sentir emociones es nuestro compás hacia nuestro SER PROFUNDO. Ser feliz no es estar contento todo el rato sino vivir desde tu esencia, y tus emociones te ayudan a hacer esta conexión mágica. 

Tras haber pasado una fuerte crisis de los 30, te puedo confirmar que gestionar tus emociones es todo un arte, y requiere a veces la ayuda de profesionales para entender lo que nos dicen estos mensajeros del alma, y ponerlos luego en su lugar. Tal vez te hablaré del miedo y de cómo aprendí poco o poco a gestionarlo en otro post…

Para terminar con este artículo, me gustaría compartir contigo una citación extracta del famoso libro «Los 7 Hábitos de la Gente Altamente Efectiva» de Stephen Covey (¡muchas gracias, Madalina, por este precioso regalo!): «Entre el estímulo y la respuesta está nuestra mayor fuerza: la libertad interior de elegir». Esta total libertad, que nadie nos puede quitar, es la de creer, sentir o pensar, y constituye las riendas de nuestras existencias.

Así que puedes elegir o no, dar el primer paso hacia tu felicidad con «efecto dominó«, al ponerte la #etiqueta adecuada. Verás que mejorar tus hábitos de vida desde el amor y con el fin de respetar quién eres, cambia toda la dinámica: tu cuerpo pasa a ser tu templo y la comida se vuelve tu aliada para sentirte bien física, emocional, mental y espiritualmente.

Y ahora, qué ves cuando te miras: ¿muchas excusas para no ser feliz, o una cara sonriéndote y animándote a vivir tu vida sin miedo?

Ahora te dejo abajo unas preguntas para seguir con tu reflexión:

  • ¿Cómo te relacionas con tu cuerpo: lo cuidas, lo ignoras, lo juzgas o lo controlas? ¿Porqué?
  • ¿Qué te quita la paz? ¿Porqué?
  • ¿Te sientes digno o digna de amor? ¿Si no, porqué?

Espero que este artículo te haya sido útil. Si tienes cualquier duda o comentario, ¡no dudes en escribirme!

Cuídate,

Maria.

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