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Nos estamos dando cuenta tras la normalización de la dieta americana (SAD) – y con ella del consumo de alimentos procesados llenos de calorías vacías y aditivos sintéticos – que una dieta equilibrada es clave para preservar la salud. Por eso, nos encontramos ahora con tanta literatura sobre el tema de la nutrición. Toda la gente opina sobre qué se debe comer o no, y cada rato sale una nueva dieta, ¡como las colecciones de primavera-verano! Así que varios amigos míos me expresaron últimamente su frustración frente al abanico de teorías que, muchas veces, se contradicen entre ellas… Les parecía que el mundo de la alimentación saludable era cada vez más opaco, comercial y, en fin, vano. Qué dieta seguir para mejorar mi salud: ¿la vegana o la paleo?, ¿la “low carb” o la “low-fat”?

¿Te gustaría mejorar tu alimentación, pero no sabes por dónde arrancar? Déjame compartir contigo las primeras pistas y pautas que me ayudaron a orientarme en este mundo.

La nutrición, como la economía, la sociología o cualquier otra ciencia – sobre todo humana – está en constante evolución y altamente dependiente del contexto cultural o genético. Por eminente que sea tal o cual especialista en nutrición, solo tendrá su propia verdad, es decir una visión parcial de lo que tú necesitas. Para darte una idea de la amplitud de las teorías que existen, te voy a presentar a grandes rasgos, tres macro-corrientes dentro del campo de la nutrición:

  • La nutrición oriental o tradicional (ej: la alimentación yin & yang, o el ayurveda): por lo general son teorías holísticas que no separan la alimentación, ni de la medicina general, ni de la espiritualidad.
  • La nutrición occidental o moderna (ej: la dieta Atkins, o el índice glucémico): analiza nuestra alimentación a través de la química (carbohidratos, proteínas, lípidos, enzimas, etc.) y se considera como una especialización médica.
  • La nutrición post moderna que se enfoca en la bio-individualidad (partiendo de la idea que no existe ninguna dieta o manera de vivir que funcione para todos), y que, además, relaciona nutrición con bienestar emocional.

La ventaja con la perspectiva post-moderna es que suma más que resta: es inclusiva (respetando tanto las teorías tradicionales como las modernas) y deja que cada uno encuentre su propia dieta, perfecta y única.

De las contradicciones científicas a la bio-individualidad…

Hay tantos factores que influencian nuestras necesidades fisiológicas como el género, la edad, los genes, la microbiota, los gustos, el estilo de vida… que sería una locura alimentarse todos de la misma manera. Me gusta usar el ejemplo de los Inuit: la alimentación de este pueblo del extremo norte se basaba casi exclusivamente, hasta hace relativamente poco, en proteína y grasa de origen animal. Ahora que muchos están en una dieta SAD, se multiplicaron los casos de diabetes de tipo II ya que, sin hablar de las atrocidades que representan la mayoría de los alimentos procesados, les cuesta todavía digerir adecuadamente los carbohidratos. Al revés, muchos europeos tendrían problemas de colesterol o inflamación crónica, al ingerir tanta carne y grasa saturada. La comida de una persona puede fácilmente ser el veneno de otra.

Así que el trabajo no está en seguir cualquier dieta milagrosa para subir su nivel de omega 3, bajar de peso, etc. sino en escuchar bien lo que dice tu cuerpo (incluso a través de los antojos y adicciones). Vale, muy bien, pero ¿cómo?

Yo sigo tres pautas sencillitas que son:

  1. Abrir mi mente, descubrir diferentes maneras de alimentarme y aprender de ellas para reflejar mis propios objetivos de salud.
  2. Seleccionar las dietas que responden a mis objetivos de salud y que me atraen a primera vista.
  3. Experimentar durante cierto tiempo (por ejemplo, un mes) cada dieta y sacar mis propias conclusiones. Como dice el Dalai Lama: “Si gusta, repetir… Si no gusta, no repetir”.

Te he dejado abajo unas preguntas que hacerte para arrancar esta reflexión. Escribiré también sobre las dietas principales en unos próximos posts.

…¡A la prevalencia de la felicidad sobre la dieta!

La nutrición post-moderna insiste también sobre, lo que el Institute for Integrative Nutrition llama los “alimentos primarios”, es decir todo lo que nutre nuestro Ser y que no se encuentra en un plato, por ejemplo: el amor o la auto-realización. Si una persona no es feliz, hay una gran probabilidad que sufra desequilibrios alimenticios (o físicos en general). Uno puede elegir tratar la causa o enfocarse en un síntoma.

A final, de qué se trata: ¿de ser sano para ser feliz, o de ser feliz para ser sano? Yo creo que ser feliz hace que nos cuidemos, lo cual nos ayuda a tener una vida llena, lo que nos hace aún más feliz.

Lo bueno de un círculo virtuoso, ¡es que puedes empezar por donde quieras!

Ahora te dejo abajo unas preguntas para seguir con tu reflexión:

  • ¿Eres consciente de cuáles son tus objetivos de salud?
  • ¿Conoces dietas que pueden ayudarte a alcanzar estos objetivos?
  • ¿Ya has probado hacer cambios en tus hábitos alimenticios? Sí: ¿qué ha pasado? No: ¿por qué?

Y te recomiendo estos cuatro filtros para asesorar una dieta:

  • ¿Funciona? Resultados vs objetivos de salud / efectos secundarios
  • ¿Es sana? Corto plazo / largo plazo
  • ¿Es fácil? Tu agenda / tus relaciones sociales / tu presupuesto
  • ¿Te gusta? Relación con la comida / placer

Espero que este artículo te haya sido útil. Si tienes cualquier duda o comentario, ¡no dudes en escribirme!

Cuídate,

Maria.

Artículo científico relacionado con el tema del post:

PS: Y si encuentras el contenido interesante, compartir siempre da gustito 🙂

3 Comments

  1. Alberto Ramos

    Hola Maria,
    Me ha gustado mucho este post. Me reafirma que el camino está en coger responsabilidad de nuestra propia alimentación. En mi caso, creo que el primer pensamiento para mejorar mi alimentación fue el recurrir a un dietista. Alguien que me pudiera decir qué puedo comer para comer más saludable, pero de una forma específica y cerrada en forma de dieta en papel. Imagino que el desconocimiento y el miedo a no saber qué alimentos comprar, qué cocinar, qué comer,… me hacía pensar en buscar certeza, seguridad en alguien que supiera mejor que yo que debía comer. Ahora entiendo que esto tiene además, que ir acompañado de nuestra responsabilidad y aprendizaje sobre aquello que comemos. Que para un buen resultado, debemos tomar parte activa en el proceso también con nuestra propia exploración.
    También veo cada vez más claro, según lo que explicas, que el proceso es más general que sólo elegir de mejor forma los alimentos que comemos. No había escuchado el término de «alimentos primarios» hasta ahora y me parece muy acertado.
    Aunque estoy en pleno comienzo de mi aprendizaje, me resuena y me anima a seguir explorando…
    Muchas gracias por compartir.

    1. Maria Bouchard

      Alberto, ¡me encanta tu reflexión! Gracias a ti por compartir tus pensamientos y hacer de este blog un lugar para conectar 🙂
      Creo que la esencia de una buena salud es el amor que uno tiene por si-mismo, y esto sólo depende de nosotros. Escucharnos, ser atentos, conectar con quiénes somos, aceptarnos y cuidarnos como si fuéramos nuestros propios padres, ¡es el “click” que cambia totalmente la dinámica!
      Pienso también que es muy valioso trabajar con un profesional para descubrir nuevas maneras de alimentarse y de cuidarse. Con una actitud proactiva y curiosa, esta colaboración puede generar una mejora profunda y duradera de nuestro estilo de vida.
      “Si das pescado a un hombre hambriento, le nutres una jornada. Si le enseñas a pescar, le nutrirás toda la vida.”
      ¡Hasta pronto! Maria.

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