Se me hace muy grande escribir sobre esta experiencia, y a la vez, siento que es ahora o nunca. También creo que es importante compartir estas historias: las que tocan el alma, definen quiénes somos y, a la vez, nos conectan con algo mucho más grande que nosotros. La invitación de este post es pararnos un instante para escuchar el bosque que crece, en vez del árbol que cae ¹. Y soy muy consciente que, hoy en día, son muchos los árboles que se derrumban.
El impulso.
Viviendo con mi familia en una isla, pude crecer al ritmo de la naturaleza: del día y de la noche, de las mareas, de las estaciones, de las tormentas y, afortunadamente, de mi propio cuerpo. Tuve el lujo de no tener ningún despertador, ni horarios fijos, ni puertas cerradas hasta mis 10 años, cuando nos mudamos al continente. Así que como lo puedes imaginar, fue todo un reto sentarme en los bancos de la escuela pública; y recuerdo ahora, no sin una sonrisa, preguntarme:
- ¿Por qué hablan tanto los otros niños? ¿Qué tienen que decirse?
- ¿Y por qué los adultos nos encierran en las clases y el patio?
Obviamente, me aclimaté tras unos años y pude integrarme plenamente a la “civilización”, quizás demasiado… Y al entrar en el año 2019, empecé a oír una llamada interior para volver a la naturaleza, y a su silencio. Sentía que allí estaba mi verdadera fuerza -sea lo que sea que esto signifique- y que éste era mi momento para marcar oficialmente mi adultez, dejando atrás heridas y patrones de juventud.
Al inicio, incrementé la duración de mis caminatas por el mar y la montaña, así como la frecuencia de mis sentadas de meditación. Pero faltaba algo. Me llamaba lo Salvaje, y después de una sesión potente de coaching, decidí apuntarme a un retiro llamado ‘Vision Fast’ (visión – ayuno) de la organización sin ánimo de lucro School Of Lost Borders ², en las montañas de Colorado.
La propuesta: 12 días ‘into the wild’ con un grupo reducido (9 participantes, 2 asistentes y 3 guías) para celebrar ritos de pasaje individuales en plena naturaleza:
- 4 días de preparación con el grupo en el campamento.
- 4 días (¡y 4 noches!) de experiencia a solas, ayunando al aire libre en la montaña.
- 4 días de integración con el grupo en el campamento.
Fue un impulso meditado, observado, sentido pero no tanto pensado. Sabía que mi mente no tenía allí mucho protagonismo: las grandes verdades surgen de manera instantánea. Ni el cuerpo, ni el corazón, ni el espíritu dudan. Solo lo hace la mente cuando nos desconectamos del presente, de la realidad del momento.
Nunca había ayunado, nunca había dormido en un entorno potencialmente hostil, pero sorprendentemente, estaba tranquila con mi decisión: confiando plenamente en mi instinto. Una confianza tan contagiosa que nadie cuestionó mi decisión, ni proyectó a sobremanera sus propios miedos en mí, lo cual me hace sentir inmensamente agradecida. A mi familia de sangre y de corazón: os doy las gracias por amarme libre. Lo único que, sí me tenía algo preocupada eran los animales salvajes: un tema que me tocaba explorar, claramente.
Llegué al rancho de Dragonback, en el condado de Saguache, tras unas 6 horas de coche en la grata compañía de Penelope, una guía asistente, y Fowler, otro participante. Tenía mucho sueño después de unos intensos y maravillosos momentos de vida en Denver, pero intentaba resistir a la tentación de cerrar los ojos ante la belleza del paisaje que se estaba mostrando delante de nosotros, y la toma de consciencia de que estaba literalmente tirándome en los brazos del universo. Al final, y sin intención de aminorar lo poético, cabe admitir que el sueño ganó gran parte del trayecto…
La preparación.
El campamento era muy sencillo, permitiendo estar el 99% del tiempo fuera y completamente desconectados del mundo exterior. El grupo formó al cabo de muy poco tiempo, una verdadera tribu. Y recuerdo muy bien sentir a partir del segundo día, una normalidad desconcertante, pensaba: “esto es nuestra vida, dormimos en tiendas de campaña, cocinamos al aire libre, nos reunimos entre los álamos temblones para compartir historias personales y sabiduría universal, caminamos por la montaña y contemplamos con música el ‘moonrise’ alrededor del fuego”. Está claro que el ser humano tiene una tremenda capacidad de adaptación, pero en este caso, creo que tanta naturalidad proviene de nuestra constitución original: estamos en el fondo hechos para vivir así, sin móvil, sin dinero y sin distracciones artificiales.
Durante la fase de preparación, nos reuníamos en círculo gran parte del día para expresar al grupo qué estaba pasando dentro de nosotros -siempre me fascina como una persona se abre cuando percibe que se le escucha de verdad- y también para preparar cada uno de nuestros ritos de pasaje, desde lo más espiritual hasta lo más práctico…
Los guías nos enseñaron implícitamente otra manera de estar en este mundo, compartieron con nosotros tesoros tales como los ‘4 Shields’ (4 escudos para representar los 4 puntos cardinales, los 4 elementos, las 4 estaciones y los 4 momentos vitales), nos acompañaron en la aclaración de nuestras intenciones, y nos empoderaron a la hora de tomar decisiones conscientes que nos ayudarían a mantenernos a salvo una vez solos en la montaña. Si el riesgo forma parte integral de la iniciación, existe, no obstante, una gran diferencia entre ser consciente y ser temerario, sobre todo en un territorio donde cohabitamos con osos negros, pumas, serpientes de cascabel, etc.
Último check-in antes de subir a la montaña sagrada.
¿Cómo me sentía tras la preparación?
- Físicamente: de maravilla; me adapté en seguida a la altura (casi 3000 m), a los cambios de temperaturas repentinos y a las condiciones rudimentarias. Mi instinto estaba plenamente al mando.
- Emocionalmente: muy viva 🙂 alternando ratos de felicidad, de serenidad y de miedo. Ahora sé lo que es sentir terror de verdad…
- Mentalmente: atenta y presente.
- Espiritualmente: parte del Todo.
¿Y con qué intención iba a subir a la montaña sagrada?
Tras una primera “salida en falso” en mi vida adulta -llena de aprendizajes y momentos mágicos- venía a desplomar mi propio techo de cristal, tanto en el amor como en lo profesional, y pasar oficialmente la línea del Norte ³.
Espero que este artículo te haya sido útil. A continuación en el próximo post: mi historia en la montaña.
Un abrazo fuerte.
Maria.
¹ Referencia al proverbio popular: “Hace más ruido el árbol que cae que el bosque que crece”.
² School Of Lost Borders es una organización estadounidense sin ánimo de lucro, fundada hace 35 años por Steven Foster y Meredith Little, y que se dedica a enseñar ritos de pasaje que cultivan la autoconfianza, la responsabilidad y la comprensión del lugar único que cada uno habita dentro de la sociedad y el mundo natural.
³ El escudo del Norte representa la adultez: cumpliendo con nuestro propósito de vida, entregamos nuestros talentos a la sociedad.
Links relacionados con el tema del post:
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- Página web de la organización estadounidense: School Of Lost Borders.
- Película Into The Wild, 2008, Sean Penn, VO.
- Canción No Ceiling, Eddy Vedder (soundtrack de Into The Wild).